noruega 2011 - page 12

que estudió al detalle los paisajes de las sa-
las primeras, pues, como gran artista que es,
nunca deja de estudiar (dentro de sí mismo
y afuera, en el paisaje, en la obra de quienes
le precedieron) se fijó en ese cuadro, en ese
niño, pero estoy seguro de que si lo hizo re-
paró en el hambre de paisaje que siente ese
niño, y si lo hizo, seguro que se vio reflejado
en ese hambre; la misma que su pintura ha
tenido desde sus inicios, la misma que sien-
te el hombre que se asoma al acantilado en
su óleo de 2001 titulado «Adriático nº 1», que
tanto nos recuerda a Caspar David Friedrich.
La soledad del hombre frente a la naturaleza,
las preguntas que mutuamente se plantean,
la destilación de ese encuentro es algo que la
pintura de Calo Carratalá ha buscado desde
muy temprano. Y los frutos de ese encuentro
han sido abundantes: en la serie «Adriático»,
de 2001, que ya he citado, donde además de al
mar enfrenta nuestra mirada a las construc-
ciones palafíticas de los pescadores que ad-
quieren un ser inquietante, hecho a medias de
hábito y de abandono; en las «Selvas» que Ca-
rratalá pintó entre 2007 y 2011, que van desde
la intensidad de los óleos en los que casi nun-
ca se olvida de situar una figura humana que
es escala y diálogo, a los inquietantes dibujos
a lápiz que nos recuerdan que incluso el lugar
más rico en ruidos y colores alberga una idén-
tica cantidad de silencios y sombras; o en esos
«Cuarenta días en el desierto» retratados de
2002 a 2004 en los que es fácil ver un nega-
tivo, un contrapunto de las obras que ahora
nos ofrece. También en las pinturas aparente-
mente menos ambiciosas de «Un passeig per
València», datadas entre 2011 y 2012, porque
Calo Carratalá sabe que no hay andanzas de
cercanías o de lejanías, que lo que la verda-
dera pintura busca no es el vacuo exotismo ni
la desopilante rareza, sino lo que de verdad
hay en cuanto la mirada discierne. Una ver-
dad más evidente cuando nos damos, como
quiere el poeta sueco Kjiell Espmark en uno
de los poemas suyos que prefiero, «de baja en
el contexto»:
Pescador, 2010
Lápiz compuesto sobre papel,
81 x 120 cm
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