DE VIAJES
16 17 menos, no estoy tan pendiente. Me acuerdo que, en la época en la que me presentaba a muchos certámenes de pintura, todo el mundo se enteraba de quién estaba en el jurado y quién no estaba. Yo, al principio, reconozco que también y dejé de presentarme durante un tiempo porque te llegas a obsesionar mucho, acabas de terminar la carrera y si no te seleccionan te quedas preocupado por si la obra es buena, no es buena, por lo que habrá pensado el jurado. Luego ya me dio igual; yo llevaba mi cuadro, si me seleccionaban genial, si no, también, si me daban un premio, muy contento, y si no, cuando el cuadro llegaba al estudio lo volvía a embalar y lo enviaba a otro lado, no le daba tantas vueltas. Llega un momento en el que ya no dependes de la opinión que viene de fuera, del crítico, de un jurado… Si no te seleccionan no pasa nada, no te hunden en la miseria. Hoy en día tengo la misma actitud respecto a mi pintura. Yo sigo pintando mis cuadros, independientemente de que me cojan en un sitio o en otro. A mí, mi pintura me funciona, me va muy bien. No me traumatiza que no se vendan los cuadros en una exposición o en una feria. Prefiero que se vendan, por supuesto, pero si no se venden no me obsesiono, y creo que los viajes, alejarme de vez en cuando, olvidarme de todo esto, me vienen bien para relativizar. Esta actitud supongo que tendrá algún inconveniente, no conoceré a tanta gente o no haré tanto bussiness como otros, pero tiene la ventaja de que enfocas el trabajo de forma distinta. Pero tú, aunque viajes, sí que estás muy relacionado con el mundo del arte; vas a muchas inauguraciones, tienes amigos artistas… ¿Cómo es tu relación con el ámbito artístico de Valencia? Yo voy a ver muchas exposiciones de amigos, de gente que conozco y también de gente que no conozco. Me gusta encontrarme y hablar con compañeros, ir a los eventos que me apetece, no tener la obligación de acudir a un sitio o a otro. Ir más por libre creo que me permite tener la ventaja de construir mi propia crítica. Hay veces que mucha gente parece coincidir en que tal o tales artistas “son buenos, les va muy bien, están teniendo mucho éxito” y a mí, sin embargo, no me gusta lo que hacen (o sí); muchas veces no estoy de acuerdo con la opinión de los demás, ni con la de mi grupo más cercano. Los años y la experiencia hacen que tu criterio sobre el arte se fortalezca, adquieres más seguridad, intento no tener prejuicios y me encanta ver el trabajo de otros artistas. Cuando viajo a Madrid, por ejemplo, me recorro todas las galerías, cojo la calle y empiezo por la primera y acabo en la última. Recientemente he estado en Lisboa y también he visitado todo lo que he podido. El crítico y comisario Martí Domínguez te llamó “el último paisajista”. ¿Te sientes identificado con esa definición? Esa frase, más que de Martí Domínguez, es de Esteve Adam, el pintor de Algemesí, un buen amigo y un gran artista. Un día se ve que Martí le dijo que era el último paisajista y Esteve le respondió: “No, no, el último paisajista es Calo” (risas). Él también sigue saliendo al campo, a los alrededores de la Albufera, la zona que le gusta pintar. Yo soy un paisajista más viajero, que voy a otras partes del mundo; igual estoy en Tanzania que en Alarcón. ¿A lo largo de tu trayectoria has cambiado mucho de lugar de trabajo? ¿Cuántos estudios has tenido? El primero lo tuve en Torrent, con Julián León, un compañero de la facultad, y por allí pasaron otros amigos de Bellas Artes. Más tarde, Julián se fue a su estudio y yo al mío; él se dedicó más al mundo gráfico y yo a la pintura. En esa época hicimos algunos trabajos para el Ayuntamiento de Torrent, como carteles para fiestas. Él los hacía más gráficos y yo, como venía de esa etapa abstracta, del videoarte, los hacía más conceptuales, con telas de alambre y cosas colgando. La verdad es que los míos tuvieron un éxito relativo, no se entendían mucho. Después me fui a Valencia, donde tuve el estudio en el centro un montón de años, ¡ya tengo un montón de años para todo! (risas). Con el tiempo el piso se me iba quedando pequeño; había hecho la exposición en el Centro del Carmen, me habían comprado coleccionistas extranjeros, trabajaba con algunas galerías de fuera y me empecé a plantear buscar un espacio más amplio. Ya no ves fundamental estar en la ciudad, ya no es como antes, que necesitabas estar cerca de todo, salir más. Ahora lo que te importa es trabajar mejor. Los formatos de tus cuadros, algunos tan enormes, no cabrían en el estudio. Te condicionarían bastante. Mis formatos son grandes, había que subirlos y bajarlos por las escalera. También vas cumpliendo años y cada vez pesan más. Para la exposición de Noruega en el Centro del Carmen me dejaron unos familiares una nave nueva. Ellos tienen una imprenta, Galería Gráfica, y me hicieron el favor de cedérmela unos meses, y allí pinté alguno de los cuadros. A partir de ese momento comencé a buscar una y encontré la de Alaquàs, en la que estoy encantado, porque es muy cómoda para trabajar, tengo un espacio amplísimo, está muy cerca del pueblo y a un paso de Valencia. En el polígono industrial en el que estás también has encontrado profesionales que colaboran en la producción de tus obras. Sí, algunas de las últimas obras las he realizado con vecinos del polígono. Los acabados de los trabajos en hierro para murales los he hecho con un taller de plancha y pintura que tengo al lado de mi nave (Autos Moval); los últimos encargos me los está elaborando una carpintería mecánica que tengo enfrente. Poco a poco vas haciendo la infraestructura de trabajo con la gente que tienes alrededor. Resulta mucho más fácil. Has utilizando el hierro como soporte en tus trabajos más recientes. ¿Vas a seguir empleándolo en tus próximas obras? Bueno, las planchas de hierro las utilizo por primera vez en un encargo que me hacen para un chalé de la urbanización El Bosque, un proyecto que surge a raíz de una comida en casa de una coleccionista que quería una obra mía para el exterior de su casa y, tras darle muchas vueltas y presentarle varias propuestas, decidimos que el trabajo consistiría en un mural de 5 metros de largo que cubriría toda la fachada de la puerta. Un políptico de cuatro piezas que se pudiera abrir y cerrar independientemente; la composición formaría un paisaje que también podría separarse por partes, sin afectar a todo el conjunto. En el diseño del montaje conté con la colaboración de la empresa Dicoma Pack. Este proyecto motivó una exposición en la que se mostraba la puerta, así como los bocetos, apuntes y un vídeo sobre su realización. Sí, se presentó para el Abierto Valencia en la galería Alba Cabrera en octubre del año pasado (2017). Trasladamos la puerta a la exposición -que se pudiera desmontar fácilmente era algo que ya habíamos previsto-. Se mostró como una obra, como el desarrollo de un proyecto singular, distinto. ¿Eres un artista metódico?, ¿te gusta seguir siempre las mismas pautas, los mismos horarios de trabajo? Yo soy un pintor diurno. La vida del pintor es muy aburrida. Yo me levanto por la mañana, voy a comprar el pan, preparo el desayuno para los de casa y me voy al estudio a trabajar y me paso allí todo el día. Es el horario que me gusta. Prefiero trabajar por el día, por la noche me resulta más pesado. Un día, un colega pintor me decía que había que pintar por la noche, me intentaba convencer de que por la noche… la inspiración… tal y tal y… “bueno, pues por la noche pintas tú y ya está”. Yo no te digo ni que sea peor ni mejor, sino que a mí me va bien pintar por el día. ¿Siempre has pintado por el día, incluso de joven? Sí. Empezó también por una necesidad. Mi padre fue toda su vida empresario y yo, cuando acabé la carrera, sabía que si pintaba por la noche él no lo iba a entender y me iba a decir que preparara una oposición o algo así. En cambio, si seguía un horario, si me levantaba por la mañana, me iba a mi estudio y estaba unos años sin ganar dinero, él, como empresario, lo iba a ver muy normal, porque cuando uno empieza una empresa le va a costar unos años hasta que las cosas le funcionen. Entonces decidí que si quería pintar lo iba a hacer siguiendo un horario de trabajo, levantarme a las siete, irme al estudio, pintar, venir a comer y así he seguido. ¿Tus padres siempre te apoyaron? Cuando era pequeño les gustaba que fuera a pintar, pero con los años, cuando te vas haciendo mayor… digamos que no era una carrera que por aquella época les hiciera mucha gracia. ¿No había ningún precedente, ningún pintor en la familia? La familia de mi padre proviene más del mundo de empresa y son más de la terreta , de Torrent, de Albal, pero por parte de mi madre es mucho más variada, hay militares, algún artista; mis bisabuelos o tatarabuelos eran italianos, tengo tíos y primos en Perú, es una familia más viajera... hay una sobrina que es poeta. Eres también un pintor muy ordenado, que rompe con el tópico de pintor caótico. Me gusta tener las cosas ordenadas, no me gusta tener el estudio sucio. Al estar ahora en una nave muy amplia, te apetece tener más obra a la vista para que no quede desangelada, pero mi forma de funcionar es por la costumbre de haber estado durante años en un estudio pequeño, en un piso. La zona donde pintaba en Valencia medía 40 metros y, claro, todas las paredes se ocupaban con lo que estaba haciendo en ese momento, así que guardaba las series, los cuadros anteriores ordenados en el pequeño almacén que tenía. Eso es lo que sigo haciendo ahora, la metodología de trabajo me viene de esa época, porque si no hubiera sido un caos tenerlo todo mezclado. Entonces pintaba por series o por temas y así sigo, es una forma más productiva, porque los pinceles se manchan de colores, los lápices… todo va cogiendo el tono, hasta el estudio se va vistiendo del mismo color, del mismo tema. Te gusta retomar series, retocar cuadros una y otra vez, cambiar cielos, añadir cosas… Sí, lo hago como han hecho muchísimos pintores que me interesan, no me causa ningún problema. Hay veces que aprovecho esos impases de tiempo en los que no sabes exactamente qué es lo que vas a hacer, entonces retomo algunos cuadros que se me van quedado en el estudio, los que en ese momento me parecen inacabados, los que no me satisfacen plenamente y, otras veces, los cojo simplemente por tenerlos cerca. Pienso: “A esa obra el día que tenga un rato le tengo que hacer esto o lo otro”. A veces dejas la soledad del estudio para embarcarte en proyectos colectivos. ¿Qué te aporta trabajar con otros artistas? La pintura, en mi caso, tiene su faceta creativa, que es la que llevo a cabo de forma individual en el estudio y luego está la cara más social, las colaboraciones con artistas, con amigos poetas ilustrando poesías, libros... También, desde hace cinco años, formo parte del colectivo Cazadoras Asociados, con el que hacemos exposiciones exprés, de escasa duración -incluso alguna ha durado tan solo unas horas-. En la primera edición de Abierto Valencia invité a una artista inglesa de Bristol, Helen Jones, que conocí en una feria para exponer juntos. Sí, participar en estas iniciativas me gusta, aprovecho para hacer cosas diferentes y tocar otros temas alejados del paisaje. Hoy, también en el ámbito artístico, vivimos en una era virtual en que ya todo el mundo se relaciona por Internet. ¿Consideras que el papel que juegan las galerías de arte sigue siendo importante? Yo creo que es fundamental. Por supuesto que el mundo digital está creciendo y hoy hay muchas galerías en Internet. Yo trabajo con algunas, pero a mí me sigue pareciendo importantísimo su papel. Además, como artista no puedes hacerlo todo, no puedes ser pintor, diseñador, galerista, vendedor… y la galería realiza esa función de enlace entre el cliente y el productor de cuadros -esa sería la forma más prosaica de contarlo-. Sí, la función de galerista va mucho más allá de vender y comprar cuadros, es importante a la hora de organizar y realizar exposiciones, hacer el seguimiento de la obra, aconsejar y opinar; es mucho más que una simple intermediación, es una de las cuatro patas de la mesa. Tú puedes estar en el estudio trabajando, pero sabes que hay un galerista en otro espacio defendiendo tu obra, mostrándola y, bueno, luego se entabla una relación, tienes ahí un asesor, una persona con la que encaras proyectos, con la que colaboras en muchas cosas.
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