DE VIAJES

14 15 doctorados, pero yo tenía claro que quería pintar, no me interesaba continuar en el ámbito académico. Sí que me apunté a la especialidad de Grabado, -estuve un año- para ampliar conocimientos, fui también a clases de dibujo para mejorar las técnicas, pero no con la idea de quedarme en la facultad, sino simplemente como parte del desarrollo profesional y personal. Son mediados de los 80 cuando acabas la carrera. ¿Cómo recuerdas el ambiente artístico en la Valencia de esa época? Yo acabo en el 86 y en esa época había pocas galerías de arte contemporáneo en Valencia; estaban Val i Trenta, Theo, Punto… Más tarde abrieron Temple, Ray Gun –en la que expuse–, La Nave, donde también trabajé, My Name´s Lolita Art… Tampoco estaba el IVAM, que abrió poco después, en 1989. Luego sí, poco a poco fueron inaugurando una galería tras otra hasta crear un circuito importante. Nosotros, recién licenciados, exponíamos más en bares; en el barrio de El Carmen había espacios alternativos como La Marxa, el Café Lisboa o Cavallers de Neu, que daban a la gente joven la oportunidad de mostrar su trabajo. ¿Cómo era tu obra en aquellos años? Mi primera exposición en una galería fue en Postpos, que también abrió sus puertas por entonces y consistió en una videoinstalación que hicimos Pamen Pereira y yo -éramos compañeros de promoción-, en colaboración con una empresa que se llamaba Drop Out. La titulamos “Ventanas”. Sí, en esos años hice videoinstalaciones, también me interesaba experimentar en el campo de la abstracción; era donde nos movíamos los que en esos años salíamos de la Facultad de Bellas Artes: el vídeo, la abstracción, el pop, un pop más o menos Crónica, un pop un poco más o menos americano, abstracción americana…, casi todos dábamos los mismos pasos. Luego, cada uno tomaba su derrotero personal y yo, poco a poco, me fui metiendo en el terreno de la figuración. Entre otros, fuiste merecedor del Premio Bancaja, que durante años fue un certamen muy reconocido, el premio que todos los artistas jóvenes querían ganar porque situaba tu nombre en el mapa artístico del momento. Sí, lo gano en 1998. Ese mismo año también gano el premio del Ateneo de Valencia, que se vuelve a convocar después de diez años. Son unos premios muy importantes en Valencia y a los que se presenta todo el mundo. Para que te hagas una idea: el año que gano el Primer Premio Bancaja concurrieron más de 500 obras, una verdadera locura; en aquella época era una de las pocas formas que había de conseguir vender obra. Con el dinero del premio me fui a Madrid, no con la intención de quedarme -a mí me gusta vivir en Valencia-, sino para ver exposiciones en galerías, museos y...pintar. Me alquilé un estudio y estuve allí viviendo seis meses. Unos años después, también disfrutaste de la Beca de la Academia Española en Roma. ¿Qué recuerdos tienes de esa estancia? La Beca de la Academia de España en Roma fue todo un lujo. Éramos becarios de distintas disciplinas, no solo de Bellas Artes; había escritores, músicos, arqueólogos, arquitectos, poetas…, sí, fue bonito compartir un curso con tantos y buenos becarios. Además tuve la suerte de tener como director a Felipe Garín, a quien le gustaba organizar muchas actividades para mantener viva la academia: conferencias y conciertos en el salón de actos, exposiciones… Siempre había importantes personalidades invitadas con las que charlábamos de forma distendida a la hora del desayuno o la comida. Felipe animaba a los becarios a salir a descubrir y vivir Roma e Italia como parte de nuestra formación. ¿Cuándo empiezas a interesarte por el tema del paisaje? A principios de los 90 comienzo a pintar paisajes de Torrent, que es lo que tengo más próximo, de L´horta . Cada vez más me meto en el tema y empiezo a leer sobre ello. No me centro en los impresionistas, me interesa más la pintura de naturaleza del siglo XVII. En esa época voy mucho al Museo del Prado, hago apuntes sobre Goya y visito una gran exposición del romántico alemán del XIX, Caspar David Friedrich. Poco después viajo a ver la muestra El siglo de oro del paisaje holandés , y todos ellos empiezan a ser mis referentes en el mundo del paisaje: Van de Velde, Van Goyen, Van Ruysdael… -aún consulto el catálogo de esa exposición magnífica que se hizo en Barcelona-. También me interesan algunos paisajistas italianos, como Salvatore Rosa, del XVII, y la Escuela de Barbizon -precedente del impresionismo-, que me parece fundamental. En muchos de tus paisajes no hay presencia humana; son las pequeñas construcciones, casas, cabañas...las que sugieren las proporciones, las medidas. Frente al concepto neoclásico del siglo XVIII, en el que el paisaje gira alrededor del hombre, en el romanticismo la naturaleza cobra todo el protagonismo, todo el peso, la figura humana apenas aparece, son paisajes “cultos”, sublimes que se llaman. Es curioso cómo va cambiando la percepción del paisaje a lo largo de la historia. Cuando comienzas a estudiar, a leer sobre el tema, vas descubriendo las distintas corrientes, los diferentes enfoques que se dan desde la Edad Media, el Renacimiento….; el campo de brujas, su relación con lo misterioso, lo peligroso, hasta llegar al concepto actual que valora, ensalza, los paisajes vírgenes como espacios a proteger. Ahora prevalece una mirada proteccionista respecto al paisaje que antes no se tenía. Sí, antes no se tenía para nada. En el Romanticismo son paisajes a descubrir, en el siglo XXI son paisajes a proteger. Ha cambiado totalmente el concepto, la visión y la mirada que se tiene sobre el territorio, sobre la naturaleza. Eres un pintor viajero, al que le gusta desplazarse, conocer, pisar el terreno que vas a pintar… A mí me gusta ir a los sitios, estar una temporada disfrutándolos para después recrearlos en el estudio. Durante mis estancias hago apuntes del natural, bocetos, fotografías y, depende de dónde esté, empleo óleos o acuarelas. El proceso de trabajo de los paisajes siempre parte de apuntes tomados del natural, suelo llevar un bloc de dibujo formato A4 y voy haciendo dibujos y acuarelas, anotaciones sobre los lugares, reseñas que me puedan interesar. Normalmente voy con la cámara y hago fotos de esos mismos espacios que he dibujado. Lo que también me gusta es volver al mismo sitio donde he elaborado este trabajo previo en días distintos. A lo mejor cuatro o cinco días después, una semana. A veces realizo pequeños apuntes al óleo o acuarelas, pequeñas tablitas más que nada, porque son rápidas de ejecutar y te permiten tener al momento una primera sensación, bosquejo e idea de lo que luego será el cuadro. Es un método que a mí me resulta muy cómodo y muy útil. Ese viene a ser el sistema del trabajo de campo. Y luego, con todo ese trabajo, ese material, comienzas en el estudio a pintar los cuadros. Cuando viajo fuera de España mis estancias suelen durar en torno a un mes, que es un tiempo que te permite involucrarte dentro del paisaje, encontrar localizaciones, lidiar con cosas inesperadas que a lo mejor no habías planteado que te pudieran surgir. Más tarde, cuando regreso, todo el material de trabajo acumulado en el viaje lo almaceno en mi estudio y me olvido, no lo vuelvo a abrir hasta que transcurre medio año por lo menos, entonces lo recupero y empiezo a pintar. ¿Por qué te gusta esperar que el tiempo pase para comenzar a trabajar sobre el viaje? Porque las sensaciones creo que hay que madurarlas, tienes que revivir el viaje de forma mental también. Durante ese tiempo aprovecho para revisar documentación, libros sobre el lugar o para buscar datos que me interesan en Internet. Después de mi estancia en Tanzania, por ejemplo, he acabado un libro que compré allí sobre la localidad de Bagamoyo, una pequeña ciudad cerca de Dar es Salam, que en su momento fue clave en el tráfico de esclavos; también he leído alguna cosa sobre las colonizaciones de África, sobre la zona y todo ese material lo voy reteniendo; al cabo de unos meses o un año, depende, empiezo una nueva serie. Me gusta que pase tiempo para revivir el viaje, para no quedarme solo con lo anecdótico. Creo que adquiere más peso la experiencia. Has viajado a las montañas de Noruega, al Amazonas, al Cañón del Colorado....¿qué viaje te ha impactado más? Me han gustado todos. El Amazonas, a donde he viajado en dos ocasiones, impresiona. La Amazonía es muy salvaje y más haciendo el tipo de viaje que hago yo, que voy solo, buscándome un poco la vida por ahí, con guías locales. Es un viaje fuerte en emociones. Este último viaje a Tanzania también ha sido peligroso de alguna forma; supone un cambio cultural muy fuerte, es el tercer mundo y es un gran impacto el que recibes, te tienes que acostumbrar a su gente, a su manera de hacer las cosas. ¿En esos viajes tan largos pasas mucho tiempo solo, pintando? Tienen algo de viajes espirituales también. Me paso el día yo solo, pintando, paso mucho tiempo pensando en mis cosas, viajando, observando. Si no espirituales, que suena muy religioso, sí tienen algo de viaje introspectivo. Son viajes que también te llevan lejos de tu mundo cotidiano, que te distancian de la rutina diaria. Sí, te alejan de la rutina de la ciudad y también de la rutina del mundo del arte. De alguna manera desconecto, veo las cosas con cierta distancia y eso me viene muy bien, porque muchos compañeros del ámbito artístico parecen preocupados por estar siempre ahí, por conocer a éste o a aquél, por ir a todos los sitios, por saber quién es quién… y a mí, no es que sea raro, pero esas cosas me importan

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